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Hace dos meses me mudé a Puerto Vallarta, con sueños e ilusiones de viajar a India que al poco tiempo fueron nublados por problemas con la embajada. En su lugar, comencé una empresa con la ayuda de mi padre. A los pocos días de haber llegado, mi hermana menor, que vive en Los Ángeles y estaba de vacaciones, me contó que conoció a su nuevo galán en Tinder.

 

Seguramente han escuchado hablar de esta aplicación. Para los que no, les daré un breve resumen de cómo funciona. Básicamente es una aplicación de citas, o “matchmaking” como dicen en el gabacho. La app utiliza tu locación para encontrar gente que esté cerca de ti. Te muestra fotos y una pequeñísima biografía de la persona. Con esta información decides si estás interesado o no. Si la otra persona también está interesada en ti (deslizas su perfil a la derecha) la aplicación instantáneamente te congratula y te dice “It´s a match!”, acto seguido se abre una ventana para conversar con la persona. Así de simple.

 

Desesperada por conocer gente en esta nueva ciudad, y reflexionando acerca de cómo los jóvenes han perdido la capacidad de tratar gente de forma orgánica (incluyéndome) decidí descargar la aplicación, en un inicio, como experimento nada más.

 

El primer paso es escoger 5 fotos tuyas que crees que te representen como ser humano – vaya tarea -  y después escribir la “bio”.  Mientras batallaba intentando describirme en tan pocos caracteres me encontré con un problema. Me acerqué a mi hermana que sabe todo de estas cosas y le pregunte “¿qué debo poner en mi bio? No quiero que los hombres crean que solo estoy en la aplicación buscando sexo”. Después de burlarse de mí por varios minutos me dijo: “tranquila, cuando la gente no quiere sexo ponen en su bio. “NDTF”. No tenía ni idea de lo que me estaba diciendo. “Not down to fuck”, me dice al ver mi cara de confusión. Santo remedio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comencé a jugar, instantáneamente empecé a tener “matches” como le dicen en inglés. Se abrían conversaciones pero nadie decía nada. Le escribí a un amigo que también domina el tema y le pregunté que si era normal o si yo debería escribirle algo a mis “matches”, me dijo “jamás escribas tú primero, deja que ellos te busquen, a menos que estes desesprada y/o extremadamente aburrida (lo estaba). Si nunca te escriben quiere decir que son aburridos.”

 

Seguí su consejo y poco a poco comencé a conversar con algunos. Por estar en un lugar turístico la mayoría eran extranjeros.

 

Jamie, uno de mis primeros matches, me propuso que nos conociéramos. Entré en pánico. No sabía qué hacer ni decir, ni siquiera lo conozco, puede ser un psicópata, pensaba.  Con terapia de mi hermana y mi amigo, los expertos, encontramos una solución y conocí a Jamie, acompañada de mi hermano porque me daba miedo ir sola, y mi hermana. Soy una ridícula, lo sé, pero uno nunca es demasiado cuidadoso.

 

Resultó ser la primera y última experiencia grata que he tenido con Tinder. Jamie y yo nos hicimos buenos amigos, sus amigos y mis hermanos y yo formamos un lindo grupo que duro alrededor de tres semanas. El tiempo que estuvieron aquí.

Lo cual me hizo darme cuenta de un problema, si conozco a puros extranjeros realmente no me sirve de mucho pues, eventualmente, se van.

 

He conocido a dos personas más después de Jamie a través de esta aplicación. El segundo, mexicano, estaba tan drogado cuando lo conocí que no podía hablar bien y sólo estaba buscando la forma de acostarse conmigo. Afortunadamente no estaba sola y no paso a mayores. El tercero, Nelson, canadiense, era bombero y  ridículamente cursi, el primer día que lo conocí me preguntó si quería ser su novia mientras estaba en Vallarta, le quedaban tres días. Fue patético, lo vi una vez más después de su declaración y no le volví a contestar.

 

Aparte de esos tres he tenido innumerables conversaciones con hombres de todas las edades y nacionalidades. La mayoría me invitan a salir en algún punto de la conversación, pero después de dos meses y las experiencias que he tenido, aún siento un miedo gigante de subirme un taxi, sola, para reunirme en una bar o todavía peor, en un antro con un desconocido y sus amigos. La situación empeora y es más humillante cuando me dicen “vente con tus amigas” y me veo obligada a contestar que no tengo amigas. Es la verdad.

 

Desde el año pasado que se lanzó la aplicación se han creado más de 450 millones de perfiles y aumenta 15% cada semana. En promedio un usuario pasa al menos 11 minutos de su día en la aplicación. Este tipo de aplicaciones han revolucionado la forma en la que uno consigue citas hoy en día. El romanticismo esta muerto. Aunque muchos critican la aplicación por estar basada en apariencias únicamente, la realidad es que en la vida real hacemos lo mismo cuando llegamos a un lugar y buscamos posibles prospectos.

 

Al hablar desde mi experiencia, en caso de que se vean tentados a descargar la aplicación, mi consejo es el siguiente: háganlo, decepciónense y bórrenla. 

 

El término “Tinderella” nació gracias a este video. Les dará una idea más general de lo que esta aplicación ha creado en los jóvenes y de por qué mis amigos (tú sabes quien eres) me molestan llamándome así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

https://www.youtube.com/watch?v=bLoRPielarA

Tinderella

Por Nura Flores

Imagen de: Still Tinderella

Imagen de: Still Tinderella

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