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Gigante 

 

Por Yamel Thomson

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El gigante, delgado y con la cabeza cónica va envuelto de blanco en un trailer que se mueve con cautela. Son las 6 de la mañana y ya se acumula el tráfico en la Interestatal 35 camino a Austin. El violeta pinta al cielo y el gigante sigue inmenso, estático, acostado en el trailer, la escena recuerda a una película de ciencia ficción.

 

Looking Up es la estatua de 50 pies del artista conceptual Tom Friedman. La transportan desde Seattle hasta Texas en un trailer y yo sigo su recorrido desde Buda, Texas a Austin. Friedman trabajó durante dos años en la pieza. Desde que conoció el jardín de estatuas del museo de arte contemporáneo Contemporary Austin en 2012 se propuso generar una estatua que reflejara las grandes preguntas de la humanidad.

 

El resultado fue una figura alta, altísima, que se asemeja al cuerpo de un humano con el rostro mirando hacía arriba, al cielo.

 

Hacemos una parada en un terreno amplio en el que mueven al gigante del trailer a un camión más pequeño que arrastrará al gigante en la parte trasera. Después de hora y media, dos grúas y 15 personas moviendo cosas alrededor de la estatua, el gigante queda liberado. El “clic” del metal de la grúa con el de la rampa, “biiip biiip biiip” porque se echa de reversa. “Pgrrrrrrrrrr” se levanta el gancho de metal enorme, avanza el trailer para adelante quítandole la cama al gigante y se flotando, levita cubierto de blanco como si fuera un acto de magia o una abducción extraterrestre.

 

Llegando al Contemporary Austin el personal del museo levanta las ramas de los robles vivos, los árboles distintivos de la ciudad. El gigante avanza, horizontal y lento.

Se detiene y después de muchas maniobras queda suspendido de nuevo y así se queda. Friedman, y Heather Pesanti, la curadora del museo, llegan para empezar a desembalar el enigma.

 

Primero llega Friedman, trae un cúter y se para detrás del paciente suspendido. La gente alrededor aplaude. Friedman, meticuloso, hace la primera incisión al cráneo blanco. La gente aplaude otra vez. Luego Heather se une y después otros, todos cortan. El gigante va cambiando de piel, de blanco a azul. Los pedazos de plástico blanco caen al suelo y descubren pedazos de tela largos, como cobijas acolchonadas de color azul, las quitan todas. Por fin se ve su verdadera forma, su rostro y cuerpo entero plateado.

 

Parace que estuviera hecho de las charolas metálicas que se usan para hacer pavo en navidad, y sí, dice Tom Friedman, pero prefiere no revelar más del proceso.

 

El gigante nace, con una grúa de vectores lo levantan, lo mueven y todos miramos al cielo, como él. El gigante se yergue en el jardín del Contemporary.

 

Siete hombres llegan y comienzan a poner tierra y luego pasto. De repente, el gigante se queda estático de nuevo y pareciera que siempre había estado allí en ese jardín de árboles chaparritos y laberintos.

 

Tom se para frente a la estatua y mira para arriba, como su pieza, su gigante. La gran pregunta ¿qué hay allá arriba? ¿qué pasa más allá? Son preguntas que le van a la pieza, y que la inspiraron. Aunque son un lugar común son sinceras.

 

El Lunes 11 de mayo habrá una recepción abierta al público en el Contemporary para recibir al gigante. 

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