PIRÁMIDE
DESENTERRAMOS LA NOTICIA

Femenino VS Masculino: la guerra de los géneros
Columna
Por: Yamel Thompson

Andrej Pejic, modelo transexual
Foto: Anne Of Carversville
No me acuerdo de la primera vez que supe que era mujer, ni lo que eso representaría más adelante en mi vida, lo asumí y ya. Me vestían de princesa en mis cumpleaños, me llevaban al cine a ver las películas de las princesas de Disney, me regalaban Barbies y peluches. Me vestían con faldas, diademas y moños. Mi cuarto era mitad rosa y mitad lila con una cenefa de ositos rosada en medio. Los reyes magos me traían nenucos y cabbage patch kids para que jugara a la mamá, el regalo más padre que me trajeron fue un lamborghini rosa con la estampa de Barbie en el cofre, me llevaban al parque para darle vueltas en el circuito. Me regalaban estuches de maquillaje, platitos y tacitas para jugar a “la comidita”.
A la escuela mis amigas y yo llevábamos la mochila y los colores Hello kitty, el estuche y la lonchera de Winnie Pooh. Mis amigos, los niños, llevaban los accesorios de Hot Wheels, Batman, Spiderman o Hulk. Nos formaban en dos filas distintas: una para niñas y otra para niños. El baño al que yo tenía que entrar era al que tenía el triángulo que representaba un vestido, y el que no tenía nada era el de los niños. Esos son mis primeros recuerdos de la forma en que empecé a entender que existían niños y niñas pero sobretodo, que a cada uno nos tocaban cosas diferentes.
Me produjeron el género me lo insertaron, como si fuera máquina o juguete al que le vas añadiendo botones, a mi me añadieron todos estos botones de “mujer” atributos “femeninos” pero ¿qué constituye lo femenino? y ¿qué a lo masculino?
Hace unos años empecé a hacerme esa pregunta y cuando conocí a Eliza, una mujer transexual, que me dijo algo muy intrigante: nacer con pene o vagina no te condiciona a ser hombre o ser mujer, tú escoges.
Ya había platicado antes con otras personas “trans”, pero nunca había pensado eso de que “yo escogía”. Por curiosidad empecé a ver todas las pequeñas cosas que me hacían ser mujer cada día. La forma de moverme, las palabras que decía, la ropa que uso, los aretes, mi cabello, las partes del cuerpo que me depilo, el maquillaje. Me di cuenta que soy un signo andante: me visto, me cuelgo y me pongo todos estos signos que me significan como mujer.
Judith Buttler, una de las feministas norteamericanas más aclamadas, dice que el género es un performance que estamos actuando todo el tiempo, explica que el género tiene un deseo: el deseo de ser reconocido. Decir que el género es preformativo conlleva a una serie de efectos: caminamos, hablamos y nos movemos en maneras que consolidan la impresión de ser mujer u hombre.
Le pregunté a varias personas, hombres y mujeres ¿ para ti qué es femenino y qué es masculino?
Para mí, las mujeres son la construcción marcada. Hasta en el lenguaje estamos marcadas, condicionadas. Nikolay Trubetzkoy es el lingüista que explica, en el S. XX, que el término “marcado” se emplea para designar al par contrastante, se le pone una “marca” especial que no es la neutral. Hasta en el lenguaje somos lo otro, las ajenas, las derivadas del hombre. Es como si cada vez que habláramos reafirmáramos que Eva salió de la Costilla de Adán, que primero fue el hombre, que Dios es hombre, que lo neutral es lo masculino. Por eso hasta en los signos de los baños el monito que no tiene nada es el de los hombres y al que le agregan el triangulito es el de la mujer.
Ser mujer implica también peligros y desventajas en casi todos los planos sociales. De ser mujer, uno de los miedos más grandes que tengo es cuando salgo a la calle. No camino con la libertad y ligereza de un hombre, me tengo que cuidar de las horas y los rumbos por los que ando y, además, pensar qué me pongo para taparme y “no enseñar”.
Somos el género extranjero, dice Virginie Despentes, escritora y cineasta, en su Teoría King Kong (2006), y por eso ser mujer implica un riesgo inevitable: el riesgo de la violación. A Despentes la violaron a los 17 años pidiendo aventón después de un concierto, y concuerda con Camille Paglia, controversial feminista americana. Las dos dicen que si te violan dust yourself, o sea, supéralo o quédate en tu casa protegida. Ambas proponen que, ni modo, somos mujeres y si queremos libertad corremos ese riesgo.
Beatriz Preciado, una feminista española mucho menos formal que Buttler y un poco más loca, dice en su Manifiesto Contrasexual: “No creo en la violencia de género, creo que el género mismo es la violencia, que las normas de masculinidad y feminidad tal y como las conocemos producen violencia”.
Como todo ser vivo que comparte un espacio siempre hay un deseo por dominar y una guerra de poder, pero ¿por qué somos las mujeres el “sexo débil”? ¿Por qué nosotras somos las marcadas, las extranjeras de la humanidad? ¿Es nuestra anatomía y biología que así nos condicionó? ¿En qué momento de la historia de la humanidad perdimos la batalla? Lo cierto es que en esta era del post estructuralismo ahora esta de moda ser feminista y a lo mejor eso trae algo bueno a nuestro género femenino.

