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Apoyo que ridiculiza a la cultura cholulteca

Por Willy Budib

La repartición en gastos de campaña para este 2015 da un total escandaloso. Es una magno suma de 5 mil 356 millones de pesos lo que se distribuirá entre diez partidos políticos. Sabemos, porque somos flojos para señalar pero no idiotas para darnos cuenta, que ese gran monto se eleva extraoficialmente por ayudas y empujones de grupos y personajes que apoyan uno u otro proyecto. Al final, el derroche es bárbaro.

 

En 2012, el despilfarro no fue menor. Una cantidad semejante a la de ahora, de 5 mil 344 millones, fue lo que se destinó para las actividades ordinarias y gastos de campaña de los diversos grupos con registro electoral. Si tal importe lo repartiéramos en partes iguales entre todos los mexicanos, cada bolsillo tendría dentro 4 mil 500 pesos. Nada despreciables, ¿verdad?

 

De la mano del exuberante dispendio sobresale otro: la inversión por reparación de la Línea 12 del Metro en la Ciudad de México, que tuvo fallas por la incompatibilidad entre vías y vagones, provoca un contrato por 900 millones para que cuatro constructoras arreglen el caos que dejó la opaca obra. A estas incredulidades se le suma también la criticable Estela de Luz, estandarte de corrupción del gobierno de Felipe Calderón, que costó mil millones de pesos. Como estos ejemplos, sobran.

 

En un ir y venir de cuenta corriente, los pequeños municipios, como el de San Pedro Cholula, encabezado por el alcalde José Juan Espinoza, también son suertudos en cuanto a su posibilidad de solvencia. Para 2015, el presupuesto aprobado en tal localidad es de 283 millones de pesos. A este total habría que sumarle recursos adicionales por 53 millones destinados, por primera vez en la historia de la alcaldía, para proyectos en infraestructura.

 

Si Papa Noel patrocina obras magnas como la del Distribuidor Cholula, con una inversión de casi 200 millones, y el factible Parque Intermunicipal que implica otro gasto de 100 millones, ¿en qué se van los 53 millones íntegros para construcción pública? Las grandes obras, locales, no financiadas por el gobierno estatal, aún están faltantes o por lo menos, en las redes sociales de la llamada “Ciudad de Bien”, no se presumen como debieran.

 

A las administraciones morenovallista y a la que dirige Juan José Espinoza, se les ha tachado de capitalistas y dictatoriales. Presumirán de progresistas y liberadoras pero son señaladas de tiránicas y controladoras. De ahí el distribuidor a base de concreto al final de la Recta A Cholula, que se asemeja a las obras de una ciudad cosmopolita y carente de historia, no a la de una comunidad enriquecida por lo que es y no por lo que se le edifica encima. Sumarle el invasivo parque multifacético, para el que pagarán gangas en la expropiación de terrenos, es hablar de más.

 

Pero el presidente municipal de San Pedro, en cambio, y en contraposición del derroche en áreas como la de promoción y comunicación social, presume de una chistosa inversión. Orgulloso, la semana pasada, informó sobre la rehabilitación de la Casa de la Cultura, misma que se convertirá en un Complejo Cultural donde habrá salones para distintas talleres.

 

Por fin se quiere dar a notar, en primera instancia, la intención del edil cholulteca de catapultar la segregada cultura, área que se aleja en grado de importancia de otras muchas que sí se incentivan y se presumen en la esfera pública. La Casa de la Cultura, destinada a la realización de actividades artísticas será, luego de su remodelación, un prodigioso recinto.

 

Pero todo se encamina a serlo hasta que se sabe de cuánto será la inyección monetaria para dicho proyecto. Resulta anecdótico constatar que sólo siete millones de pesos recibirá la rehechura de tal sede. Es un monto que, por supuesto, no va de acorde al alarde propagandístico del que Espinoza se aprovecha para autoelogiarse.

 

El gasto, ridículo, no justifica el nombre glorioso que se le quiere dar a tal obra. Ser un “complejo”, como afirman que ahora se llamará, requiere de un espacio multidisciplinario que fomente, eduque, consolide y forme parte coyuntural en las acciones culturales y de arte para promover y catapultar la creatividad y el sentido local de una comunidad en específico. Los siete millones sólo alcanzan para seguir nombrándola, como hasta ahora, Casa de la Cultura… y punto. Tan es “casa” y no más, que en su página oficial, sólo se presumen tres fotos, porque para diez o veinte, ya no hay qué retratar. Mientras tanto, hablar de un primer apoyo a la tradición es sólo una habladuría.

 

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