PIRÁMIDE
DESENTERRAMOS LA NOTICIA

Blanco > Negro
Yamel Thompson
El tamaño de mi cuerpo. Lo ancho de mis costillas, lo chaparrita, lo voluptuosa. Mi color. El color de mi piel. Lo oscuro de mis ojos, lo tosco de mis rasgos. Nunca había puesto tanta atención a esas cosas hasta que me mudé a Estados Unidos.
El énfasis al color de mi piel. Me han llegado a preguntar por mi “etnicidad” porque “no pareces mexicana”, me han descrito como “exótica.” En una conversación con 5 mujeres blancas y yo se disculparon por excluir a la “gente de color” (como yo) en un comentario.
“No pareces mexicana.” Pues ¿cómo se ve un mexicano? ¿Nos tendríamos que ver todos iguales? A otros amigos mexicanos les han dicho lo mismo. Comentarios como estos son peligrosos, carecen de argumento, son racistas.
En México existe el racismo y sin embargo nunca había hecho tanta consciencia del tema como aquí. La experiencia cambio porque mi posición cambio. El estatus político de mi cuerpo, por su color y documentación, son temas que hoy toman relevancia porque mi emplazamiento ha transformado mi perspectiva y experiencia.
No soy la misma en México que soy en EE.UU. No me importan las mismas cosas. En México me atraían la construcción de género y sexualidad de un cuerpo. Aquí, el color y la legalidad de un cuerpo.
Los temas tienen en común al cuerpo como territorio cultural, el cuerpo como texto y archivo. Cuerpos documentados y cuerpos deseados VS cuerpos ilegales y cuerpos indeseados.
El cuerpo deseable. Deseables son los estómagos planos, las piernas delgadas, los brazos definidos. En el yoga al que voy, parezco extraterrestre: Morenita y chaparrita, voluptuosa y ancha. Todos los demás son cuerpos de senos minúsculos y nalgas pequeñas, bien paraditas. Vientres planos. Cuerpos altos, pieles claras. Parecen modelos de anuncios.
Rediseñar el cuerpo para inscribirse a la categoría de cuerpo deseable es viable con la cirugía plástica. Los hombres y mujeres pueden convertirse en esas figuras hiperbólicas que los medios promulgan como cuerpos ideales.
Deseables son los cuerpos políticamente documentados, los aprobados por el gobierno y sus instituciones. Los que pueden manejar, estudiar, trabajar.
Quizás el equivalente a ese rediseño estético de la cirugía plástica al cuerpo migrante sea el ajuste de estatus de instituciones como el United States Citizenship and Inmigration Services (USCIS). Los casos de hombres y mujeres que consiguen trabajo en este país; en algunos casos los que tienen padres, hijos o conyugues ciudadanos o residentes.
Pero los que no logran ese camino a la ciudadanía viven como si sus vidas valieran menos que aquellas aprobadas por el gobierno. Viven sin derechos.
La distancia se refuerza en el lenguaje: mojados, indocumentados, ilegales, dreamers. Lenguaje que opera para distanciar, para diferenciar estos cuerpos indeseados de los permitidos, los cuerpos con derechos.
Códigos tácitos y explícitos. La dignidad de un cuerpo se mide a partir de códigos, regularizadores, ajenos y anónimos, que se han configurado fuera del mismo. La libertad y la justicia son proporcionales a esos códigos que están inscritos en la piel, la nacionalidad, el peso, la altura, la belleza.
Todos los cuerpos están politizados y algunos valen más que otros. Dominan las pieles más claras, domina el género masculino así como dominan las sexualidades heterosexuales. Importan más los cuerpos reconocidos por el gobierno de un territorio que los cuerpos que no tienen papeles.
En estados como Texas, la demanda ciudadana por mayor seguridad en la frontera aumenta. Aumenta, como si más patrullas fronterizas o muros fueran a detener a los migrantes. Ojala más patrullas fronterizas fueran suficientes para terminar la falta de trabajo y la corrupción. Ojala sus muros y la militarización de la frontera pudieran acabar con el hambre y la inseguridad que empuja a todas estas personas a migrar.